Es un paso más en la lucha contra el cáncer. Y esta vez lleva la firma de la
Universidad de Cantabria.
Esa es la primera lectura del descubrimiento de un nuevo fármaco
antitumoral que, por ahora, se ha experimentado con éxito en animales.
El hallazgo ha sido protagonizado por un equipo internacional de
investigadores que dirige el científico cántabro
Piero Crespo, profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y subdirector del
Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria (Ibbtec) –una de las joyas de la investigación biomédica en España–.
Los beneficios curativos del fármaco han sido evidentes en el laboratorio, sobre todo para
el tratamiento del cáncer colorrectal y del melanoma.
Con todo, el propio Piero Crespo se muestra cauto a la hora de hacer
una proyección de cara a su eficacia en seres humanos: «El 80% de los
compuestos antitumorales descubiertos que resultan eficaces en los
ensayos realizados en animales de laboratorio, finalmente fracasan
cuando se experimentan en seres humanos», advierte el investigador.
Tras ese ‘jarro de agua fría’ inicial, Crespo subraya que «aunque esto llegara a ocurrir con el nuevo fármaco,
la verdadera importancia de nuestro hallazgo radica en el concepto. Mucho más que en el propio compuesto en sí mismo». El equipo de científicos que dirige el cántabro
ha abierto «un nuevo camino» en la investigación de la lucha contra los tumores y las células cancerígenas, en la incesante búsqueda de un compuesto capaz de causar la muerte de las células tumorales.
El nuevo descubrimiento ha sido dado a conocer oficialmente a la comunidad científica mediante su
publicación en la revista internacional Cancer Cell, la revista de mayor prestigio e impacto mediático y científico en el campo de la oncología molecular.
Una diana antitumoral
La ruta bioquímica Ras-ERK tiene una importancia crucial en el
desarrollo de los cánceres. Esta ruta, constituida por cuatro proteínas
que se activan secuencial y sucesivamente, en condiciones normales se
pone en funcionamiento en respuesta a señales extracelulares que dictan a
las células cuándo y cuánto deben proliferar. «Aproximadamente el 50%
de los tumores humanos portan mutaciones en algún componente de la
citada ruta, a través de la cual las células regulan su proliferación»,
explica Crespo. «En las células tumorales, las mutaciones en alguno de
los componentes de la ruta Ras-ERK hacen que, en ausencia de señales
extracelulares, dicha cadena de transmisión esté activada de forma
aberrante, constantemente, por lo que las células proliferan
descontroladamente», detalla el investigador.
Hasta ahora, los investigadores y las empresas farmacéuticas han
dedicado tiempo y financiación –miles de millones de euros– a buscar
fármacos capaces de atajar la señalización descontrolada de la ruta
Ras-ERK para frenar el incremento de las células cancerígenas.
Los
esfuerzos, por tanto, se enfocaron en la consecución de moléculas
capaces de inhibir la actividad de alguno de los componentes de la ruta
proteínica. Ese trabajo ha fructificado en una serie de fármacos
de nueva generación utilizados con gran eficacia en el tratamiento de
tumores, aunque sus efectos terapéuticos no han sido todo lo exitosos
que cabía esperar.
La estrategia diseñada por Crespo y su equipo ha sido diferente y se
ha centrado en hallar un compuesto que rompa el flujo de señales,
desacoplando interacciones moleculares en algún punto clave de la cadena
de transmisión. Esto es lo que logra la molécula DEL-22379, que evita
la dimerización de ERK.
Esta dimerización –formación de dos moléculas unidas–, un proceso
esencial para la transmisión de señales protumorales a través de la ruta
Ras-ERK, fue
identificada por primera vez por el profesor Crespo en
un trabajo que se publicó en 2008 en la revista de alto impacto Molecular Cell, y que le supuso ser galardonado e
n 2009 con el Premio Fundación Pfizer de Investigación Biomédica y con el VII Premio del Consejo Social de la Universidad de Cantabria (UC).
Un nuevo camino
Tras siete años de trabajo, el equipo multidisciplinar formado por
investigadores de las Universidades de Manchester (Reino Unido), Lovaina
(Bélgica) y Budapest (Hungría), además de grupos españoles del CIB-CSIC
(Madrid), Hospital Valle de Hebrón (Barcelona), Centro de Investigación
Príncipe Felipe (Valencia), y grupos del Ibbtec –incluido el que dirige
el vicerrector de Investigación de la UC, Ángel Pazos–,
han dado con la molécula (DEL-22379) que inhibe el proceso y causa la muerte de las células tumorales.
Hasta la fecha se ha comprobado la eficacia de esta molécula en modelos
animales de cáncer de colon y melanoma, pero también se ha empezado a
ensayar en procesos de cáncer de tiroides, pulmón y páncreas.
En estos momentos,
el Consejo Superior de Investigaciones Científicas trabaja en la patente de derivados de la molécula DEL-22379.
Diversas compañías se han interesado en el compuesto para determinar si
este, o sus derivados mejorados, pueden ser utilizados como terapia
antitumoral en humanos.
Aunque Crespo y su equipo
prefieren
no lanzar las campanas al vuelo con su descubrimiento, se espera que el
nuevo enfoque que han utilizado en la lucha contra el cáncer permita
abrir un nuevo frente. Un frente al que a partir de ahora se
podrán sumar investigadores de todo el mundo. «Hay centenares de
interacciones proteína-proteína con potencial de ser utilizadas como
dianas antitumorales. Esperamos que nuestro trabajo sirva de inspiración
para que otros científicos se interesen en otras interacciones de este
tipo en la búsqueda de nuevos abordajes para combatir el cáncer. Hemos
abierto un nuevo camino», afirmó el líder de este proyecto investigador
incubado en Cantabria.